24 febrero, 2014

Acordes y alcohol, soledad y tu despedida

Hace apenas un día te fuiste, y ya te extraño.
Solo Dios sabe lo mucho que te extraño, ese Dios en el que tú no crees, pero que sirve como referencia para darte a entender, la gran falta que me haces.
Debo ser la persona más maldita de este mundo. Compito también en la más estúpida.
Cuando te conocí, amé el que te presentaras ante mí como una mujer libre, soberana de sus emociones, de sus intenciones y de sus deseos. Que iluso. Hoy esa libertad es la que nos tiene aquí, tú, feliz como nunca. Yo, jodido como siempre.
No, no pienses mal. No tengo nada que reprocharte, al contrario. Vengo hasta aquí, a presentar y ofrecer mi más sincera disculpa.
Perdón por intentar morder el cielo, cuando aún ni siquiera he dejado de arrastrarme por el fango. Perdón por Italia, por las Islas Galápagos, todos esos lugares que nacieron de un sueño, y al final, allí mismo perecieron.
Perdón por esa serenata que nunca llegó. Por esa presencia que, rápidamente se convirtió en ausencia. Perdón porque ese soy yo. El caos, la distancia. La sombra que te acompaña cada día y que, sin embargo, no puedes palpar ni sentirla cerca.
Tal vez debí decirte todo esto antes. No, no fue por falta de sinceridad. Fue por miedo. A perderte, a saberme sin ti. A empezar de nuevo, reacomodar cada pieza de esta caótica existencia, sin tu silueta. Qué ironía.
Vete. Se feliz, como ayer, como hoy, como el lunes. ¿Yo? No te preocupes. Al final, así debe ser. En mí, seguirán los acordes incompletos, las hojas con escritos, líneas y rayas sin sentido, la guitarra vieja al lado de la cama. Las noches de insomnio.
No, no voy a llorarte. ¿Es que acaso has muerto? ¿Por qué llorar por alguien que sonríe? Voy a cantarte, porque esa es la única forma en la que puedo honrarte. No te extrañe que, aún después de que te hayas ido, sigas presente aquí, plasmada en un aburrido pentagrama negruzco, tan viejo, tan gris, tan yo.
Cuídate mucho. Aquí ya no queda nada para ti. Aquí ya hace frío. Sí, es perfecto para tomar café, pero cala hasta los huesos cuando llega la soledad.
Corre, te espera el mundo. Te espera la vida.
Sabes, ahora que lo pienso, el problema realmente no es que te hayas ido. El problema es ¿qué demonios hago con todo lo que en mi dejaste? Lo más sencillo sería darte todo de vuelta. Y puedo hacerlo. Puedo pagarte cada una de tus caricias o regresarte cada una de tus miradas. Enviar todas tus palabras de regreso y llevar hasta tu ventana cada noche que pasé en vela, soñando despierto, contigo. Lo que no puedo hacer, es devolverte tus besos. Esos se quedan aquí, conmigo. Rozando mis labios, entre el recuerdo y el olvido; entre tu perfume, el diablo y un acorde frío...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario